Por Antonio Murcia.
Departamento de Cultura Clásica.
Del francés «bachelier» y éste del latín «baccalaureatus», es decir, «laureado con bayas». En la antigua Roma se coronaba con laurel a los vencedores, tanto a generales que conseguían un gran triunfo militar, como a poetas que realizaban una obra magistral. El laurel era el árbol consagrado a Apolo, el dios de la luz y la creación artística.
En la Edad Media, a los que finalizaban los estudios se les coronaba también con laurel, pero con un laurel que conservara todavía sus bayas (“baccae”), para simbolizar que había cuajado el fruto del estudio. De ahí “baccalaureatus”.