La inconsciencia juvenil tiene una razón de ser.
Por Paco Gómez. Departamento de Biología.

A menudo se afirma que las conductas arriesgadas, agresivas o desconcertantes de los adolescentes son producto de alguna imperfección en el cerebro.
Esas conductas son el resultado de un desfase en la maduración de dos regiones clave del cerebro: con la pubertad se desarrolla rápidamente la región responsable de la emotividad, que promueve la búsqueda de novedades, la asunción de riesgos y la tendencia a relacionarse con iguales; sin embargo, la región encargada del control de los impulsos y el comportamiento juicioso no acaba su maduración hasta bien entrada la veintena.

¿Es este desfase un defecto? La mayoría de los padres dirían rotundamente ¡SÍ!, ya que puede conducir a peligros, sobre todo cuando se combina con tentaciones como el fácil acceso a las drogas, las armas de fuego o los vehículos veloces, todo ello sin el freno de la prudencia.
Sin embargo, la respuesta es ¡No!, la evolución ha modelado el cerebro adolescente de esa manera. Las conductas adolescentes se observan en todos los mamíferos sociales y animan a los jóvenes a alejarse del confort y seguridad de sus familias, explorar ambientes nuevos y entablar relaciones fuera del entorno familiar. Se limita así la endogamia y se promueven poblaciones genéticamente más sanas, mejorando las posibilidades de supervivencia de las especies.