Artículo extraído del blog profesmadeinuk.blogspot.com, del profesor Juan G. Fernández (@profesmadeinuk). Título adaptado para la comunidad del iesperemaria.
Estudiar con música (léelo aquí)

Perham y Currie en 2014 seleccionaron un número de estudiantes y los dividieron en 4 grupos: los primeros estudiaron en silencio, el segundo grupo con música cuya letra les gustaba, los terceros con música cuya letra no les gustaba y finalmente el cuarto grupo con música sin letra. Después de esto, se les pasó un test sobre lo que habían estudiado en ese tiempo.
Los resultados quizás no sean sorprendentes: el grupo que estuvo en silencio lo hizo un 61% mejor que aquellos que estudiaron con música con letra. El grupo que estudió con música sin letra, en este caso, lo hizo un 55% mejor. No hubo diferencias entre los que estudiaron con música que les gustaba y que no les gustaba.
La música puede hacernos más cómodos y que el tiempo pase más rápido, pero la evidencia demuestra que no ayuda al estudio.
El elogio que ayuda (léelo aquí)

Gunderson y colaboradores en 2013 observaron las interacciones de 53 niñas y niños de 1 a 3 años con sus padres durante un periodo de 3 años. Definieron durante este intervalo dos tipos de elogios: el elogio centrado en la persona: «eres lista», «buena chica»; y el elogio centrado en el proceso: «bien pensado», «te has esforzado mucho». Seis años después, los investigadores retomaron el contacto con ellos para estudiar su motivación y su actitud frente al aprendizaje.
Los resultados muestran que aquellos individuos que recibieron más elogios por el proceso estaban más motivados y mejor preparados para valorar el esfuerzo y generar estrategias para mejorar. Además, el 24,4% del elogio hacia los chicos y sólo el 10,3% del elogio hacia las chicas estaba centrado en el proceso. Como resultado de ello, los chicos eran más propensos a pensar que cuando algo salía mal era por causas externas a ellos («el examen era muy difícil»), y las chicas más propensas a atribuir el fracaso a cuestiones personales («se me dan fatal las matemáticas»).
El elogio que ayuda está centrado en el proceso, dando a entender que el esfuerzo y la actitud (cosas variables que se pueden mejorar) son determinantes para el éxito.
El sueño y la memoria (léelo aquí)

Walker y van der Helm en 2009 revisaron las funciones del sueño en cuanto a la memoria, la regulación emocional y el humor de los adolescentes. Este artículo es un ejemplo de algo que podemos repetir a menudo en nuestras conversaciones con las familias, pero nos da un hecho objetivable y probado: el sueño altera la memoria y el humor.
Los resultados demuestran que el sueño aumenta la eficacia en la formación de asociaciones entre recuerdos, potenciando la memoria. La falta de sueño estimula el olvido de los recuerdos positivos, mientras que un sueño adecuado favorece el recuerdo positivo. Un déficit de sueño prolongado aumenta el riesgo de emociones negativas, estrés y el descontrol de las propias emociones.
El sueño es indispensable para el funcionamiento correcto de la memoria y para la gestión de las emociones.
El móvil y su sola presencia (léelo aquí)

Thornton y colaboradores en 2014 pidieron a un grupo de estudiantes que realizara una tarea, que requería concentración, con su móvil o tableta encima de la mesa. No lo usaron durante el experimento, sólo estaba dentro de su campo de visión. Para complementar esto, pasaron diversos cuestionarios a los estudiantes y también repitieron el experimento con un móvil o tableta de otra persona.
Los resultados son concluyentes: la sola presencia de un dispositivo redujo un 20% el desempeño en la tarea, y por tanto en la atención y la concentración. Esto sucedió con su propio móvil pero también con un móvil que no era suyo. Posteriores estudios han corroborado este hecho independientemente de la edad, género, tiempo de uso del móvil o cómo de atados nos sentimos a él.
La presencia del móvil ejerce un efecto de distracción importante, independiente de si se usa mucho o poco.
El desayuno y las clases de la mañana (léelo aquí)

Wesnes y colaboradores en 2003 llevaron a cabo un estudio comparando alumnos que desayunaban bien con otros que, o bien no desayunaban, o bien desayunaban bebidas azucaradas (refrescos, por ejemplo). Además de pasar tests de concentración, los investigadores hicieron un test de memoria y una entrevista preguntándoles cómo se encontraban.
Todos los alumnos tenían un bajón en su capacidad de concentración a medida que transcurría la mañana, pero para los alumnos que no habían desayunado bien la disminución era entre un 50 y un 65% mayor. De hecho, para los que habían tomado la bebida azucarada esta disminución de la atención ocurría antes. En los test de memoria, los que no habían desayunado tenían una reducción del 12% respecto a los demás, pero para los que tomaron la bebida azucarada la reducción era del 27%. El buen desayuno también incrementó la sensación de estar atento en clase.
El desayuno es esencial para poder mantener la atención durante la mañana. Una bebida azucarada no sustituye al desayuno, es más, es aún peor que no haber desayunado nada.